Quizá tú también. En este caso es Laura Sedano, colaboradora de Red de Transición, quien comparte sus sentipensares acerca de la crisis ecosocial y el actual “Titanic” al que pocas se atreven a mirar, ni arriba ni abajo…
Apenas despuntaba mi adolescencia cuando Titanic saltó a la cartelera. Fui al cine a verla 6 veces. Si, si.. 6 veces, ¡una locura! Conozco cada escena y aún hoy, creo que me sé hasta los diálogos. Yo era una niña más, enamorada de ese Jack divino. Ese emigrante irlandés que dibujó a Rose desnuda en el sofá de su camarote. “Quién fuera Rose”, solía pensar, deseando compartir con ese Jack algo más que un momento romántico en la puntita de la proa.
Hoy ya no estoy enamorada de Jack, y sin embargo admiro tremendamente a Leonardo. Lo admiro como actor y sobre todo, como activista climático. Le agradezco infinitamente el uso que hace de su alcance mediático para alertar al mundo de otro hundimiento. Y éste no es de ficción, como tampoco lo fue el del verdadero Titanic aquella noche del 14 al 15 de abril de 1912. ¿Saben que al Titanic le llamaban “el barco insumergible”? Y vaya, si era sumergible.
Nuestro Titanic
Hoy, en este marzo de 2022 estamos ante un posible colapso civilizatorio, y si no hacemos el giro a tiempo (y queda bien poco) nos estampamos contra el Iceberg de cabeza. Y de aquí a unas décadas, tal vez no se salve ni Rose.
A veces me siento como Leo Di Caprio en su película Don’t look Up. En efecto, casi nadie quiere mirar hacia arriba, hacia abajo o hacia cualquier lugar que apunte a esta crisis global que nos alerta a diario. Mientras, el Ártico y el Polo Sur están a más de 30 y 40 grados de los que deberían. Los incendios arrasan bosques enteros. El agua se privatiza, la potable es cada vez más escasa, y en nuestros mares las islas de plástico crecen diariamente. Eso por mencionar cuatro ejemplitos que no nos aturullen demasiado.
No quiero que esto se entienda como una culpabilización, porque no lo es. Es más bien una falta de entendimiento. ¿Es que la gente no se cree los informes científicos que alertan de la grave situación de peligro que atravesamos? ¿Cómo es posible que la mayor parte de mi gente querida siguiera al dedillo las normas Covid basadas en datos científicos y sin embargo, no quieran siquiera hablar de las medidas que no se están tomando ante esta realidad catastrófica?
¿A qué se debe esa falta de interés por saber la verdad de lo que está pasando en el planeta? ¿Es más bien una falta de tiempo para indagar en la gravedad del asunto? ¿Es una cuestión de pereza? ¿Quizá duele demasiado como para mirar a la verdad a los ojos? ¿Tenemos miedo a entrar en un desequilibrio emocional tan grande que arrase nuestras vidas?
¿Y entonces? ¿Cómo nos preparamos para cuando llegue el hundimiento si ni siquiera hablamos de ello? ¿Hay aún posibilidades de evitarlo? ¿Qué les decimos a nuestr@s niñ@s cuando nos hacen preguntas incómodas?
Me pregunto muy en lo profundo cómo lo hacen. ¿Cómo hacen para distraerse de tales verdades? ¿Logran mirar hacia otro lado y seguir sus vidas sin sentir un terrible vacío, una profunda tristeza, un cabreo de mil demonios, o un miedo aterrador? ¿Cómo lo hacen? No es retórica la pregunta…
Muchas veces necesito hablar con personas de mi vida que son conscientes de la gravedad de las cosas para seguirle a los días. Verdaderamente, a veces me cuesta darle un sentido a MI vida sin vislumbrar un futuro para LA vida. Otras veces soy yo quien sostiene a mis compañer@s en sus días malos.
Y es que, ¿cómo se va una a trabajar con este percal en la cabeza y en el corazón? ¿Cómo hacen para alegrarse cuando alguien les dice que va a tener un bebé sabiendo que quizá no pueda tener agua potable o comida para alimentarse cuando las catástrofes climáticas cada vez se agolpen con más frecuencia? ¿Cómo hacen para no emocionarse cuando miran a l@s niñ@s a los ojos?
En la vulnerabilidad se hallan respuestas
En ocasiones, tengo reuniones con mis compañer@s de trabajo y de activismos medioambientales sólo para compartir cómo estamos. Cómo estamos de verdad, me refiero. Tenemos conversaciones bien profundas sobre cómo nos sentimos ante la crisis ecosocial global que atravesamos, y ante el bombardeo constante y diario de nuevas noticias sobre nuevos desastres que cada vez más dirigen la mirada a un colapso inminente. Nuestra sociedad es tan frágil que recuerda a las piezas de un dominó empujando cada una a la siguiente al caer. De hecho, la mayoría de nosotras sentimos que, tal vez, el colapso es un camino inexorable. Ninguna civilización duró por siempre. Lo peor de la nuestra es que además de estar extinguiéndose a sí misma, está extinguiendo al resto de la vida no humana también. Sin duda, son malos tiempos para nuestra Madre Tierra.
Llamadnos locas, pero a veces lloramos. Lloramos bien de bien. Caemos hondo. Y después nos levantamos, incluso sosteniendo esta incómoda verdad entre las manos, porque es también posible ser feliz después de atravesar la “noche oscura” que conlleva encarar la que se nos avecina. De hecho, siento esta manera de vivir mucho más coherente y verdadera. Porque detrás del dolor, se esconde el gran AMOR que nos une a la vida. ¡Y ese es imparable!
Nosotras también sonreímos y celebramos la alegría. Bailamos. Y hemos aprendido a agradecer el sagrado regalo de estar vivas. Agradecer como un mantra, siempre y a pesar de todo.
En un encuentro que tuvimos hace un tiempo, estuvimos repensando la Transición hacia nuevos modelos ecosociales, y tuvimos un espacio para compartir sentires sobre estos retos. Lo hicimos en pequeños grupos. Fue entonces cuando un compañero dijo “Quizá estemos ya en la última fiesta. ¿Quién quieres ser en esta última noche?”. Esa pregunta aún la llevo conmigo y la reflexiono frente al mar con frecuencia…
Sigan la música
Amo la música. Y me encanta tocar el cajón. Así que yo ya he decidido que hasta que este barco se hunda y las fuerzas me lo permitan, seguiré tocando al son del viento o de cualquier guitarra que se asome a mis pasos. En el hundimiento del Titanic, los músicos fueron de los últimos en abandonar la cubierta. No dejaron de tocar hasta que el agua les llegaba casi a los tobillos. Y es así como deseo acabar la fiesta si es que al final no hay remedio. Iluminando el camino de la mejor manera que sepa. Con música y alegría. Y rodeada de mi querida banda.
Ojalá le demos el giro a este barco. Ojalá nos despertemos las unas a las otras contagiándonos como si fuéramos el virus más bonito que jamás existió. Y desde el conocimiento de la verdad, amemos y cuidemos nuestra tierra a cada paso. Cambiemos la mirada, generemos nuevos hábitos. Bailemos a oscuras.
Pero si no lo logramos, sigan la melodía y nos encontrarán. Estamos por todos lados y aunque tal vez no seamos suficientes… Brillamos en la oscuridad.
A todas mis compañeras y compañeros activistas.
A todas las personas que ponen en sus vidas semillas de cambio para intentar el Giro desde todos los rincones de este mundo hermoso.
Y a Leonardo Di Caprio.
Este artículo ha sido escrito por Laura Sedano Bastida, amiga, colaboradora, y anteriormente miembro del grupo motor de Red de Transición. Laura es psicóloga social y facilitadora de procesos para la transición. Apasionada por el trabajo interno y espiritual de reconexión con nuestra verdadera naturaleza humana y planetaria, concibiendo este trabajo como uno de los elementos vertebradores para la creación de resiliencia personal y comunitaria ante la crisis socioecológica global.
Que pene de civilización, creíamos haber acabado con los dictadores,para hacer un mundo mejor, y se han multiplicado, y la gente muda,han conseguido con leyes ilegales,meternos en casa y no pisar la calle, y como les ha salido gratis, pues ya tienen la fórmula para que nadie pueda protestarles ninguna de las barbaridades que están haciendo,y mientras el pueblo,como en Titanic, sálvese quien pueda.Que el planeta se va al traste los políticos a lo suyo,lo que les importa es el poder y el dinero. Son unos corruptos todos, pero luego el pueblo a votar, que no pasa nada, que la culpa la tiene el otro.No votemos, creemos nuestras propias plataformas,para salvar el planeta.No confíes en ellos.Despierta, si la buena gente,no nos unimos y tomamos nuestras propias decisiones, estamos perdidos. deja de ser conformista, estamos a tiempo de salvarnos de este consumismo que nos lleva al desastre,de la mano de estos políticos.Cuando un pueblo se pone en marcha nada ni nadie lo puede detener.confiemos en la buena gente,antes de que nos quedemos sin nuestro bello planeta.