Cuando se acaba la esperanza es cuando empieza la acción: crónica post COP26

Juan Bordera, colaborador de Red de Transición, comparte sus sentipensares acerca de la COP26 a partir de su experiencia personal en Glasgow. Entre el fracaso y la esperanza activa, no nos deja indiferentes.


La vigesimosexta edición de la COP ha concluido. Durante casi dos semanas ha tenido lugar un evento para la historia, un tsunami en el que es fácil perderse, ahogarse y dejarse ir. Multitud de informes, artículos de prensa, datos de futuros escenarios que se contradicen unos a otros y acuerdos in extremis que parecen destinados a ser, sobre todo, simples maquillajes –color verde que destiñe- de un fracaso mayúsculo. De un teatro cargado de negocionismo. Y a la vez, con algunas notas para la esperanza. Activa y desobediente. La esperanza que pretenda esperar un milagro será más bien procrastinación. Justo lo que le ha sobrado a esta COP que tiene, como mínimo, dos almas.

COP26 fórmula 1 eléctrico
En el pasillo de bienvenida a la zona de negociaciones de la COP26, un fórmula 1 eléctrico te espera, para que te acostumbres a lo que viene después

Acuerdos destacables en la COP26

Antes de entrar en lo que realmente importa, resumamos los acuerdos de la COP26 que se pueden destacar, que son pocos. El Pacto Climático de Glasgow ha aportado poco cuando se necesitaba muchísimo más.

Carbón

El texto final pide una “reducción progresiva”, en vez de una “eliminación” del carbón, entre los lobbies –que recordemos: si los lobistas de los combustibles fósiles fueran un país, tendrían la delegación más grande- y algunos países como India –en una intervención de última hora que pasará a la historia- han colaborado para retrasar un acuerdo definitivo sobre una cuestión crucial, ya que el carbón es la fuente de energía más contaminante.

Subvenciones a los combustibles fósiles

La misma indefinición para otro tema clave. Reducción progresiva, cuando lo que habría es que pactar una reducción vinculante y mucho más valiente, y evitar que los lobistas de la industria puedan entrar a las COP.

Metano

Acuerdo para reducir las emisiones para 2030. Insuficiente. Lo más esperanzador es que es uno de los puntos del acuerdo entre China y Estados Unidos, débil, pero sin duda necesario. El camino se bifurca: cooperación o desastre. No nos podemos permitir otra carrera entre potencias o bloques cuando lo que toca es frenar cada uno al ritmo que pueda o deba.

Reducción de emisiones

Nada. Poca novedad. Los países deberán actualizar sus planes el próximo año. Procrastinando que es gerundio. Y un buen brindis al sol sobre “emisiones cero netas” para que la procrastinación sea completa.

Financiación de los responsables a las víctimas

Va a ser que no. Mejora lo conseguido anteriormente, pero es que eso era fácil. Los países más desarrollados –tecnológicamente- se han negado a pagar “pérdidas y daños” no sea cosa que siente precedente y se tenga que hacer todos los años eso de los 100.000 millones –que, por cierto, se acordaron en 2009, en Copenhague, y aún no han tenido lugar ningún año desde entonces. Para que veamos lo fiables que son estos acuerdos si no son vinculantes.

Mercados de carbono

Se ha logrado un paso importante, cerrar el artículo 6 del Acuerdo de Paris sobre los mercados de carbono, el problema es que los mercados de carbono sirven sobre todo a la industria fósil para enterrar el problema y seguir pensando en compensar emisiones, en vez de en reducir, que es el único camino. Fiarlo todo al mercado no ha funcionado, así que confiar en que un tipo de mercado va a arreglar algo es no entender nada.

También ha habido otros pequeños acuerdos sobre deforestación o dejar de fabricar coches de combustión para 2035, pero no dejan de ser, de momento, minoritarios e insuficientes.

COP26 partners

COP26: ¿perspectivas de futuro?

Las perspectivas que deja la COP26 de Glasgow son dos: seguir cociéndonos lentamente, como la rana de la fábula que no escapaba de la olla porque la temperatura subía poco a poco, o saltar abruptamente. No hay más. La olla es el sistema productivista. Llámese capitalismo o socialismo. Si crees que a estas alturas, lo que hace falta es desarrollar las fuerzas productivas estás equivocado estés en el “bando” que estés.

Esto no significa que ambos sistemas sean igual de responsables, significa que hay que saber mirar más allá de una dicotomía que nos sigue enfrentando – y que el sistema aprovecha para dividir- cuando lo que tendríamos que hacer es buscar la manera de superarla. Si seguimos adelante, incluso con los acuerdos implementándose a tiempo (cosa muy dudosa, viendo el historial) y considerando que las emisiones son más o menos las que se declaran (cosa también muy dudosa gracias a una investigación del Washington Post que se hizo pública en plena COP) nos dirigimos a un calentamiento de entre 2’4 y 2’7 grados centígrados para final de siglo

Por tanto, lo que toca ahora es lo que le toca a toda forma de vida, y hasta el propio IPCC o la Agencia Medioambiental Europea ya no pueden ocultar que nos toca. A nosotros. Y en esta década. Decrecer de una manera justa para que en los países menos afortunados no sea más infernal la transición a un mundo que no va a ser ni mucho menos tan abundante en energía como el actual, pero que puede ser más justo, más libre, con más tiempo para poder disfrutar, con menos contaminación, con menos microplásticos en la sangre, con menos partículas de CO2 en la atmósfera –la actual es la concentración más alta en 23 millones de años– y con tantas otras cosas que harían nuestra vida más rica, excepto en lo material.

COP26 llamadas

Las voces se alzan

Mientras medio mundo, -que no son unas naciones concretas, aunque hay países como Arabia Saudita o Australia que suelen estar en la lista de villanos climáticos- trata de retrasar los avances: las clases más privilegiadas porque son las que más tendrían que perder, afortunadamente hay otro medio mundo que está levantando la voz.

En plena pandemia, se dieron marchas de más de 100.000 personas en las calles de Glasgow, la contracumbre de los pueblos enriqueció a los que asistimos a alguno de los 150 eventos oficiales que se organizaron. Los científicos continúan aumentando la potencia de sus actos. Ya no solo nos filtran informes. También protestaron encadenándose a un puente céntrico de Glasgow en la acción de desobediencia civil más grande de la comunidad científica jamás vista en la que 21 de ellos fueron detenidos. La revista Nature o la BBC se hicieron eco de esta acción, que está llamada a ser el principio de algo.

Nuestra única esperanza radica en que cada vez más gente, esté dispuesta a hacer algo más que manifestarse, esté dispuesta –como ocurrió con el movimiento sufragista, el de los derechos de los pueblos colonizados, el de las luchas racializadas o contra el Apartheid- a arriesgar su integridad y su confort para desobedecer una ley injusta. Como dice la química y activista Vandana Shiva, no se trata de desobedecer una ley, se trata de obedecer una ley superior. Esa ley superior es el instinto de supervivencia.


Este artículo ha sido escrito por Juan Bordera, colaborador de Red de Transición.

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