Carrícola, en la Comunidad valenciana, con una población de apenas 90 habitantes, es un municipio eminentemente agrícola, envuelto de cultivos frutales, olivos, viñedos, naranjos y de una amplia variedad de hortalizas.
En el año 1982 los labradores carricolanos apostaron el ahorro de agua: sustituyeron el milenario sistema islámico de regadío tradicional por un sistema de distribución entubada y riego localizado por goteo. y, progresivamente fueron apostando por una mayor producción ecológica.
Hoy, pasear por Carrícola es entrar en otro ritmo de vida, tomando conciencia de las capacidades de la tierra así como de su comunidad. Una visita que merece mucho la pena.
Agradecemos a la organización de la diplomatura DESEEEA que hiciera posible la excursión que a continuación os contamos.
La transición es posible
El desarrollo del pueblo ha decidido tomar un camino propio, sin sucumbir a las típicas promesas del crecimiento que sacrifican el paisaje. No es una gran área nueva urbanizada, sino un pequeño municipio rural en armonía con su entorno natural.
Carrícola es un modelo de sostenibilidad. Pionera en la implantación de la agricultura ecológica desde la década de los años 80 tras aceptar la propuesta de una empresa francesa, la localidad es un claro ejemplo de que transitar hacia una forma de vida más resiliente es posible.
Una de las cuestiones que más llama la atención es encontrar materializadas las declaraciones que solemos escuchar en los grandes fórums mundiales sobre medio ambiente y cambio climático. Importantes retos globales, como el aprovechamiento de las aguas residuales y de los residuos orgánicos, son aquí realidad.
Cuidado, calidad y sostenibilidad
Visitar Carrícola permite apreciar el esmero y cuidado que hay detrás de cada rincón, cada obra y cada gestión.
El municipio ya tiene implantada una recogida selectiva de la fracción orgánica generada en los hogares, lo que se traduce en una mayor gestión de los residuos.
Además de los típicos contenedores de reciclaje, el pueblo cuenta con dos contenedores de madera, realizados por artesanos locales, donde los ciudadanos depositan su materia orgánica. Esta materia se vierte después sobre unos compostadores y se transforma en abono para los huertos locales. De esta materia se cierra el ciclo de la materia.
Aunque la colaboración de sus habitantes es casi innata, el ayuntamiento de Carrícola no duda en advertir – por si acaso – de sanciones de 20€ para aquellas personas que no reciclen adecuadamente. Una medida que ayuda a tomarse en serio una autogestión comprometida con la sostenibilidad. Y es que, para los carricolanos, los residuos tienen un valor: la materia orgánica ha de reintegrarse en la naturaleza.
Es también fascinante la depuradora natural de las aguas que tiene el pueblo. En un inicio, se planteó la idea de instalar una depuradora convencional, con la gran inversión económica y energética que suponía.
Pero en su lugar, en colaboración con la Universidad Politécnica de Valencia se diseñó un sistema de depuración completamente natural, basado en la fitodepuración. La acción de plantas y piedras en marjales y balsas en diferentes niveles ha reducido los ruidos y malos olores, haciendo perfectamente posible que sea agradable disfrutar del parque infantil emplazado al lado mismo de la zona de depuración de aguas.
Actualmente, el Ayuntamiento trata de lograr la financiación necesaria para poder cerrar aún más el ciclo natural, usando las aguas depuradas del pueblo para regar los huertos.
Calidad sobre cantidad
Y todos estos procesos y logros, se han conseguido sin renunciar a un ápice de calidad y respeto.
Conscientes de que resulta fundamental cuidar el agricultor, en Carrícola han renunciado más de una vez a un trabajo que primase un aumento en la cantidad de producción a costa del bienestar del trabajador y de los ritmos de la tierra.
Por encima de la cantidad, los habitantes del pueblo han priorizado preservar la calidad, como bien se puede saborear en los alimentos que cultivan. El sabor de sus clementinas es difícil de comparar.
Pero, como los carricolanos saben, también es responsabilidad del consumidor el aprender a distinguir la calidad, algo que progresivamente se está perdiendo. Además, se tiene claro la importancia que supone la relación directa entre los productores y los consumidores, con menos intermediarios. Y todo ello, tiene un precio que “no es más caro, sino más justo”.
Lo que no mantendrán, las gentes de Carrícola, es una infraestructura empresarial por encima del cuidado, la calidad y la sostenibilidad.
El poder de la comunidad
Pero navegar hacia este compromiso con el medio ambiente y las relaciones interpersonales no sería posible sin la fuerza de la comunidad.
La colaboración que hay entre los habitantes de Carrícola es esencial para llevar a cabo con eficacia las distintas tareas, públicas y privadas. En el pueblo se le da una enorme importancia a la organización e implicación de todos para realizar labores juntos. El reciclaje, el trabajo de campo y la construcción son muestras de ello.
Así lo expresan las frases que repetía el propio alcalde, como: “realmente es como vivir con tu familia, sólo que una familia más grande” o “es muy importante el sentimiento de pueblo”.
Además de las palabras, así lo demuestran los actos de los carricolanos, no sólo en las tareas conjuntas sino también en las celebraciones, donde participan todos.
También el esfuerzo colectivo entre aldeanos y voluntarios en la construcción de un gran horno de leña para ayudar a cumplir los sueños de la antigua panadera del pueblo, lo ejemplifican.
Saben que si todos se ayudan entre todos, mejoran los resultados y el propio proceso.
Arte y naturaleza
En Carrícola también pudimos apreciar una intensa conexión entre la naturaleza y el arte.
Desde el compromiso y el vínculo con el entorno ambiental, surgió la idea de generar itinerarios artísticos con obras integradas en el paisaje.
Gracias al apoyo de diversos actores, como el propio Ayuntamiento, la Mancomunidad de Municipios de la Vall d’Albaida y la Universidad de Valencia, fue posible el proyecto Biodivers.
Ya con dos ediciones realizadas, la primera en 2010 y la segunda en 2015 (donde se restringió la aceptación de obras a sólo aquellas que estuvieran diseñadas con materiales de origen vegetal o mineral, excluyendo elementos poco sostenibles como el hierro), Biodivers se ha convertido en un emblema del pueblo.
La entusiasmada participación en el proyecto ha permitido que obras de unos 70 creadores dialoguen con la naturaleza y con los visitantes.