El pasado 4 de marzo tuvo lugar la presentación del libro El otoño de la civilización, escrito por Juan Bordera y Antonio Turiel. Os enlazamos su grabación, donde intervinieron también Birch y Ferran Puig Vilar; así como una pincelada del prólogo de Yayo Herrero. ¡Disfrutadlo!
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Deep Transition, hacia la síntesis de dos paradigmas
En su anterior artículo nuestro compañero Fernando García contraponía dos de los relatos de la Transición en curso. Uno, el relato del Movimiento de Transición, con una visión deliberadamente positiva del futuro. El otro, el relato de la Deep Adaptation, basado en la convicción de que el colapso a corto plazo es ya inevitable. Fernando nos invita ahora a ir un paso más allá y a tender un puente entre las dos visiones deambulando por la cuerda floja que separa la esperanza de la desesperación. Nos invita a intentar ir, en definitiva, hacia la Deep Transition, la síntesis de estos dos paradigmas.
En la cuerda floja de la esperanza
Podemos llamar a esa cuerda Esperanza Activa (según Joanna Macy) o Esperanza Radical (según Jem Bendell).
El tema es de actualidad a la vista de la inminente publicación del último libro de Rob Hopkins “From What is to What if” (algo así como “De lo que es a lo que podría ser”).
En su nuevo libro Rob, inasequible al desaliento, propugna el valor de la imaginación, de la creatividad y del optimismo como motor de la acción para hacer realidad el Gran Giro. Con este libro Rob apuntala el enfoque basado en el Corazón que constituía uno de los tres pilares del Manual de Transición. Los otros dos pilares del manual, publicado en 2008, eran la Cabeza y las Manos.
La cuadratura del círculo
Durante un muy reciente taller del Trabajo que Reconecta que facilité con mis amigos Almudena y Robert de Abrazo House, pude sentir, una vez más, que es posible lograr la cuadratura del círculo. Que no es otra que la de armonizar dos relatos aparentemente incompatibles.
El relato esperanzador de la Transición, basado en la creencia en nuestra capacidad de cambiar radicalmente la situación para mejor. Y el relato “derrotista” de la Deep Adaptation que afirma que ya es demasiado tarde para evitar un colapso inminente.
Hacia la Deep Transition: el valor de la Transición
El trabajo de las iniciativas de transición es absolutamente encomiable y tiene valor intrínseco: crea comunidad, incrementa la resiliencia y reduce el impacto medioambiental. También refuerza nuestras competencias y habilidades y nos conecta a nosotros mismos, a nuestros vecinos y a la naturaleza.
Pero además, tiene un valor instrumental en un mundo cuyos frágiles sistemas se pueden venir abajo repentinamente. Porque no hay mejor sitio para afrontar un desmoronamiento que una comunidad de transición sólidamente establecida.
Hacia la Deep Transition: la aportación de la Deep Adaptation
Si quisiéramos conjugar los relatos de la Transición y de la Deep Adaptation de modo aún más íntimo podríamos quizás “injertar” las 4 Rs de la Deep Adaptation (Resiliencia, Renuncia, Restauración y Reconciliación) en el ADN de la Transición.
Podríamos crear así una especie de OGM (organismo genéticamente modificado) que resista mejor a la plaga de desánimo, desesperanza y nihilismo que se cierne sobre un número creciente de activistas. Una suerte de Deep Transition.
Veamos cómo:
La Reconciliación
La reconciliación es el pilar de la agenda Deep Adaptation que nos invita a hacer las paces con todo aquello y aquellos con lo que estemos enemistados o alejados. Y lo hace con un énfasis particular en “normalizar” nuestra relación con la muerte y el lado oscuro de la existencia (la Sombra de Karl Jung).
Este trabajo está plenamente en línea con la Transición interior. Si acaso, podría reforzarse con una práctica más sistemática de talleres como El Trabajo que Reconecta, las búsquedas de visión, los ritos de paso… Y, por qué no, la difusión de la práctica muy en boga en el mundo anglosajón de los Death Cafés, encuentros amables y entrañables donde hablar serenamente de nuestras emociones y vivencias en torno a la muerte.
La Resiliencia
Sobre los sólidos cimientos de la práctica de la Reconciliación podríamos revisar cómo consolidar la Resiliencia, que está ya en el genoma de la Transición, con algún refuerzo proveniente de Deep Adaptation.
Pienso en particular en la metáfora de la guinda y el pastel. En un mundo proclive al desmoronamiento todo el esfuerzo debe destinarse a asegurarnos de que tenemos a mano todos los ingredientes del pastel que nos nutrirá en los tiempos de estrechez. Estaría mejor con guinda, pero, como dicen los franceses, à la guèrre comme à la guerre (en tiempos de guerra, economía de guerra).
Sólo cuando hayamos asegurado la auto-suficiencia podemos distraernos con lo prescindible.
La Renuncia
La tercera R, Renuncia, no aparece explícitamente en el relato de la Transición, pero es inherente al concepto: dejar atrás todo lo que contribuye a la destrucción de nuestros ecosistemas, al agotamiento de recursos, a la acumulación de residuos.
A riesgo de polemizar, me atrevería a recordar que hay suficiente evidencia del perjuicio enorme causado por el consumo de productos animales.
Como vegano convencido, me sorprende el gran número de transicioneros que aún no han dado el paso hacia una alimentación predominantemente vegetal.
La Restauración
Por último, la Transición podría inspirarse más determinadamente del concepto de Restauración en sus dos vertientes:
- Recuperación de viejos hábitos y costumbres.
- Regeneración de hábitats y biotopos.
Dicho esto, es realmente admirable todo lo que las iniciativas han hecho ya en este terreno.
Hacia la Deep Transition, una tentativa
Y volvamos, para acabar, al inicio, a Rob Hopkins. Atado a su mástil del positivismo cual Ulises tentado por las sirenas de la desesperación y el nihilismo nos recuerda una imperiosa necesidad. La necesidad de no cejar en nuestro empeño de hacer realidad el Gran Giro.
Personalmente, sin embargo, creo que las probabilidades de lograr un Gran Giro se van reduciendo cada vez más.
Por ello, creo que es también imperioso reforzar el trabajo de la Transición con elementos provenientes de la Deep Adaptation.
Porque, en caso de no lograr el Gran Giro, nos permitirá atravesar el Gran Desmoronamiento lo más indemnes posible y con dignidad, serenidad, civilización y decencia.
Reseña de la exposición “Después del fin del mundo”
“Esta civilización se ha acabado. Y todo el mundo lo sabe”
Con esta contundente cita del escritor Mackenzie Wark empieza la exposición DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO que, desde finales de octubre, y hasta el 29 de abril de 2018 nos ofrece el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
El CCCB nos propone nuevo viaje hacia un tema de creciente actualidad: el fin del mundo, tal y como conocemos, como consecuencia de la acción humana sobre el planeta y su principal repercusión. Y esta no es otra que el cambio climático y las múltiples crisis simultáneas asociadas a él: de biodiversidad, de contaminación, energética, de recursos, alimentaria… Crisis que abocan a nuestra civilización capitalista y tecno-industrial a un previsible e inminente colapso.
Somos los primitivos de una civilización desconocida
Es innegable que los seres humanos nos hemos convertido en la mayor fuerza geológica actual. Tanto que incluso nos atrevemos a dar nombre a la era geológica en la que justo acabamos de aventurarnos, el Antropoceno. Y, como consecuencia de nuestra acción descontrolada, tanto el clima como la misma superficie de la Tierra están cambiando con una rapidez inédita. Estamos convirtiendo al planeta, de facto, en un lugar distinto al que vio nacer y crecer a la Humanidad. Un nuevo lugar al que tendremos que adaptarnos o en el que nos extinguiremos.
Y como mayor agente de cambio geológico la Humanidad ha de tomar responsabilidad, tanto a nivel colectivo como individual. Aunque para poder tomarla, antes -como paso previo ineludible- ha de adquirir consciencia de sus actos y sus consecuencias. Éste vendría a ser el objetivo de la exposición: la toma de consciencia sobre el hecho y el problema.
Un viaje de descubrimiento
Para conseguirlo, el CCCB vuelve a apostar por un formato que domina, el de itinerario experiencial, para envolvernos y sumergirnos en el tema que nos plantea.
Así, nos mostrará los diferentes aspectos de la problemática que trata mientras nos hace deambular en una suerte de laberinto narrativo y plástico. Como visitantes, nos sentiremos por momentos protagonistas -y prisioneros- de una extraña digestión conceptual en las entrañas de una criatura en desarrollo, tan ominosa como fascinante, que alumbrará al mundo que sucederá al fin del nuestro.
Las etapas del camino
Después de un poderoso prólogo, la exposición se articula en diferentes pasajes que abordan distintas facetas de esta actividad humana incontrolada sobre el planeta, cada uno de ellos planteado por un artista y precedido por un texto explicativo:
- En La nueva piel de la Tierra, de Benjamin Grant, podremos observar a vista de satélite cómo la economía humana, en sus múltiples manifestaciones, ha desfigurado la superficie terrestre.
- Seguiremos absortos en Destejido, de Unknown Fields Division, el hilo pernicioso de la industria textil.
- Estado del mar 9: Proclamación, de Charles Lim, nos hará presenciar cómo emergen del mar islas artificiales sobre la destrucción de los lechos marinos.
- En Todos ganan, de Rímini Protokoll conoceremos de una manera sorprendente a la los inesperados ganadores del calentamiento global.
- Mitigación del Shock, de Superflux, nos permitirá viajar a un futuro inestable y hambriento, recreado con esmero.
- En Aeroceno, de Tomás Saraceno, contemplaremos esculturas aéreas autosostenidas.
- Finalmente, visitaremos la Clínica de salud ambiental, de Natalie Jeremijenko. En ella podremos reimaginar nuestra relación con los demás seres con los que compartimos el espacio urbano, en aras del beneficio mutuo.
El Ministro del Futuro
La exposición está puntuada por unas instalaciones que hacen las veces de nudo y de pausa en el camino. En ellas un personaje, el Ministro del Futuro (encarnado por el filósofo y ecoteórico Timothy Morton), nos ofrece discursos que nos invitan a detener nuestros pasos, por el tiempo que deseemos, para reflexionar sobre las cuestiones que nos lanzan desafiantes a la cara.
Estos espacios vendrían a ser como piedras en un río, que pueden tanto interrumpir la corriente de la narración como impulsarla en nuevas direcciones al crear remolinos de ideas. No en vano la forma física de estos interludios es espiral.
Después de Después del fin del mundo
Al acabar la exposición, es muy probable que algo se haya removido en nuestro interior. Tal vez seamos algo más conscientes, si no lo éramos ya. Y quien sabe si, por ello y en el futuro, algo más responsables…
Volviendo, para cerrar, a la cita inicial podría decirse que no todo el mundo sabe que esta civilización se ha acabado. Aunque, seguramente, sí que lo intuye.
Aquí es donde DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO despliega todo el valor de su propuesta: nos acerca a un tema al que estamos sobreexpuestos y del que estamos saturados, aún desconociendo las mayoría de sus catastróficas implicaciones, de una manera distinta y, con suerte, más efectiva y accesible a un público más amplio del que el que ya conoce estos temas y ya está concienciado.
Lo mejor de la exposición:
- El planteamiento conceptual y narrativo general: experiencial y sensorial, sin dejar nunca de lado la parte intelectual.
- Los montajes audiovisuales multipantalla, hipnóticos e inmersivos, sobretodo los del prólogo inicial.
- La reproducción minuciosa, e ingeniosa, de algunos ambientes.
- La reflexión y el diálogo posteriores están garantizados y las revisitas son igualmente disfrutables.
Lo peor de la exposición:
- Cierta superficialidad, tal vez inevitable, y una cierta falta de posicionamiento crítico más contundente en algunas cuestiones políticas o económicas.
- A pesar de instar explícitamente a abandonar el antropocentrismo, el punto de vista de la exposición no deja de ser eminentemente antopocéntrico. No considera prácticamente, salvo una excepción, al resto de seres vivos no humanos con los que compartimos el planeta.
- El Ministro del futuro. Si bien la propuesta es muy interesante, los discursos de Timothy Morton pueden resultar crípticos. Necesitan un tiempo y un espacio diferentes y un desarrollo mayor para poderse abordar de una manera más satisfactoria, más allá de las píldoras reflexivas que puntúan la exposición.
- Como corolario a la exposición, el CCCB ofrece una otra propuesta experiencial: Don’t Follow the Wind. A Walk in Fukushima, una instalación audiovisual colectiva centrada en el desastre de Fukushima, interesante por el uso de la tecnología de vídeo en 360 grados y divertida en su puesta en escena, pero que no va más allá del apunte documental más o menos convencional.
Conclusión:
Una exposición que vale la pena visitar y experimentar… Varias veces. ¡No os la perdáis!
Más información de DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO: Aquí.