“Esta civilización se ha acabado. Y todo el mundo lo sabe”
Con esta contundente cita del escritor Mackenzie Wark empieza la exposición DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO que, desde finales de octubre, y hasta el 29 de abril de 2018 nos ofrece el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona.
El CCCB nos propone nuevo viaje hacia un tema de creciente actualidad: el fin del mundo, tal y como conocemos, como consecuencia de la acción humana sobre el planeta y su principal repercusión. Y esta no es otra que el cambio climático y las múltiples crisis simultáneas asociadas a él: de biodiversidad, de contaminación, energética, de recursos, alimentaria… Crisis que abocan a nuestra civilización capitalista y tecno-industrial a un previsible e inminente colapso.
Somos los primitivos de una civilización desconocida
Es innegable que los seres humanos nos hemos convertido en la mayor fuerza geológica actual. Tanto que incluso nos atrevemos a dar nombre a la era geológica en la que justo acabamos de aventurarnos, el Antropoceno. Y, como consecuencia de nuestra acción descontrolada, tanto el clima como la misma superficie de la Tierra están cambiando con una rapidez inédita. Estamos convirtiendo al planeta, de facto, en un lugar distinto al que vio nacer y crecer a la Humanidad. Un nuevo lugar al que tendremos que adaptarnos o en el que nos extinguiremos.
Y como mayor agente de cambio geológico la Humanidad ha de tomar responsabilidad, tanto a nivel colectivo como individual. Aunque para poder tomarla, antes -como paso previo ineludible- ha de adquirir consciencia de sus actos y sus consecuencias. Éste vendría a ser el objetivo de la exposición: la toma de consciencia sobre el hecho y el problema.
Un viaje de descubrimiento
Para conseguirlo, el CCCB vuelve a apostar por un formato que domina, el de itinerario experiencial, para envolvernos y sumergirnos en el tema que nos plantea.
Así, nos mostrará los diferentes aspectos de la problemática que trata mientras nos hace deambular en una suerte de laberinto narrativo y plástico. Como visitantes, nos sentiremos por momentos protagonistas -y prisioneros- de una extraña digestión conceptual en las entrañas de una criatura en desarrollo, tan ominosa como fascinante, que alumbrará al mundo que sucederá al fin del nuestro.
Las etapas del camino
Después de un poderoso prólogo, la exposición se articula en diferentes pasajes que abordan distintas facetas de esta actividad humana incontrolada sobre el planeta, cada uno de ellos planteado por un artista y precedido por un texto explicativo:
- En La nueva piel de la Tierra, de Benjamin Grant, podremos observar a vista de satélite cómo la economía humana, en sus múltiples manifestaciones, ha desfigurado la superficie terrestre.
- Seguiremos absortos en Destejido, de Unknown Fields Division, el hilo pernicioso de la industria textil.
- Estado del mar 9: Proclamación, de Charles Lim, nos hará presenciar cómo emergen del mar islas artificiales sobre la destrucción de los lechos marinos.
- En Todos ganan, de Rímini Protokoll conoceremos de una manera sorprendente a la los inesperados ganadores del calentamiento global.
- Mitigación del Shock, de Superflux, nos permitirá viajar a un futuro inestable y hambriento, recreado con esmero.
- En Aeroceno, de Tomás Saraceno, contemplaremos esculturas aéreas autosostenidas.
- Finalmente, visitaremos la Clínica de salud ambiental, de Natalie Jeremijenko. En ella podremos reimaginar nuestra relación con los demás seres con los que compartimos el espacio urbano, en aras del beneficio mutuo.
El Ministro del Futuro
La exposición está puntuada por unas instalaciones que hacen las veces de nudo y de pausa en el camino. En ellas un personaje, el Ministro del Futuro (encarnado por el filósofo y ecoteórico Timothy Morton), nos ofrece discursos que nos invitan a detener nuestros pasos, por el tiempo que deseemos, para reflexionar sobre las cuestiones que nos lanzan desafiantes a la cara.
Estos espacios vendrían a ser como piedras en un río, que pueden tanto interrumpir la corriente de la narración como impulsarla en nuevas direcciones al crear remolinos de ideas. No en vano la forma física de estos interludios es espiral.
Después de Después del fin del mundo
Al acabar la exposición, es muy probable que algo se haya removido en nuestro interior. Tal vez seamos algo más conscientes, si no lo éramos ya. Y quien sabe si, por ello y en el futuro, algo más responsables…
Volviendo, para cerrar, a la cita inicial podría decirse que no todo el mundo sabe que esta civilización se ha acabado. Aunque, seguramente, sí que lo intuye.
Aquí es donde DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO despliega todo el valor de su propuesta: nos acerca a un tema al que estamos sobreexpuestos y del que estamos saturados, aún desconociendo las mayoría de sus catastróficas implicaciones, de una manera distinta y, con suerte, más efectiva y accesible a un público más amplio del que el que ya conoce estos temas y ya está concienciado.
Lo mejor de la exposición:
- El planteamiento conceptual y narrativo general: experiencial y sensorial, sin dejar nunca de lado la parte intelectual.
- Los montajes audiovisuales multipantalla, hipnóticos e inmersivos, sobretodo los del prólogo inicial.
- La reproducción minuciosa, e ingeniosa, de algunos ambientes.
- La reflexión y el diálogo posteriores están garantizados y las revisitas son igualmente disfrutables.
Lo peor de la exposición:
- Cierta superficialidad, tal vez inevitable, y una cierta falta de posicionamiento crítico más contundente en algunas cuestiones políticas o económicas.
- A pesar de instar explícitamente a abandonar el antropocentrismo, el punto de vista de la exposición no deja de ser eminentemente antopocéntrico. No considera prácticamente, salvo una excepción, al resto de seres vivos no humanos con los que compartimos el planeta.
- El Ministro del futuro. Si bien la propuesta es muy interesante, los discursos de Timothy Morton pueden resultar crípticos. Necesitan un tiempo y un espacio diferentes y un desarrollo mayor para poderse abordar de una manera más satisfactoria, más allá de las píldoras reflexivas que puntúan la exposición.
- Como corolario a la exposición, el CCCB ofrece una otra propuesta experiencial: Don’t Follow the Wind. A Walk in Fukushima, una instalación audiovisual colectiva centrada en el desastre de Fukushima, interesante por el uso de la tecnología de vídeo en 360 grados y divertida en su puesta en escena, pero que no va más allá del apunte documental más o menos convencional.
Conclusión:
Una exposición que vale la pena visitar y experimentar… Varias veces. ¡No os la perdáis!
Más información de DESPUÉS DEL FIN DEL MUNDO: Aquí.