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Resiliencia Comunitaria para afrontar la Gran Transición

Traducción de un texto de Richard Heinberg de Resilience.org, publicado originalmente en “The great transition Initiative” 24 Abril 2015.

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Actualización de los “Limites Planetarios” Enero 2015.

Revisión de: “Delimitando el futuro planetario: Por qué necesitamos una Gran transición” por Johan Rockström.
La investigación “Límites Planetarios” constituye un avance importante en nuestra capacidad de cuantificar los componentes del sobrepaso o desbordamiento global. Permitidme sugerir que todas las presentaciones sobre los límites planetarios deberían incluir una discusión sobre la Ley de Liebig-una perogrullada ecológica que puede resumirse en “una cadena es sólo tan fuerte como la pieza más débil”. No hemos de esperar a que los nueve límites sean transgredidos para que una calamidad global nos amenace; todo lo necesario para triturar la red del ecosistema es que uno de los límites sea sobrepasado de forma fehaciente, y por un tiempo suficiente. Visto desde esta perspectiva, el hecho de que cuatro de los nueve límites identificados estén ya superados con creces nos debería causar una preocupación profunda.

Sin embargo, la exposición de Johan Rockström sigue la fórmula familiar y necesaria: la civilización industrial nos está propulsando hacía un colapso planetario, pero todavía hay tiempo de cambiar el funcionamiento del sistema operativo civilizatorio para asegurar la supervivencia y bienestar de todos, incluso si la población sigue creciendo. He usado esta fórmula en ensayos y conferencias varias veces, y cada vez que lo hago, me sorprendo sintiéndome in poco insincero. Si, como intelectual público, es nuestra labor prescribir la medicina que pensamos que mejorará el estado del paciente (en este caso a la civilización). Pero, ¿Es nuestra receta capaz de curar la enfermedad?

Afrontémoslo: la condición de nuestro paciente está empeorando. Además, hemos observados casos como este con anterioridad (por ejemplo, han habido civilizaciones previas que han sobrepasado la capacidad de carga de su ambiente), y en todos los casos el resultado fue calamitoso. Sin embargo, siguiendo esta fórmula discursiva, un hipotético tratamiento a proponer, consistiría en la sustitución energética, mejoras masivas en la eficiencia en el uso de los recursos, redistribución de la riqueza, y gobernanza global; a pesar de que nunca antes se ha intentado, parece ser nuestra única esperanza.

Una nueva corriente de pensamiento ecologista- a veces etiquetado como fatalista o derrotista- sostiene que es demasiado tarde para estas panaceas. El paciente no tiene el menor interés en tomar nuestra medicina (propuestas para la sostenibilidad se han ido presentando desde “Los límites del crecimiento” en 1972, pero las élites globales se han mostrado completamente desinteresadas en cualquier toma de acción que no prometa la continua expansión del PIB), y la enfermedad esta demasiado avanzada (hemos puesto en marcha procesos de retroalimentación geofísicas que no pueden ser revertidos). Los fatalistas más extremos insisten en que la extinción a corto plazo esta ya asegurada. Olvídense de intentar salvar la civilización, dicen; piensen en la habitabilidad del planeta.

El fatalismo tiene la virtud de la voluntad de mirar y enfrentar la situación a la cara sin pestañear. Pero ha sido criticada por subestimar el posible rol de reequilibrar las retroalimentaciones entre ambos, el ambiente y las sociedades humanas; además, desempodera tanto a sus defensores como a su audiencia, que tiende a adoptar una actitud cínica, apatía y resignación. ¿Hay una tercera aproximación?

Parece que podríamos comenzar por reconocer que la crisis está ahora asegurada. Que no significa que la extinción a corto plazo sea inevitable, pero si que en este siglo veremos con casi certeza total convulsiones ecológicas, económicas y sociales en una escala sin precedentes. Los fatalistas están en lo cierto diciendo que es demasiado tarde para entrar en el juego, pero errados en simplemente renunciar a actuar.

Una estrategia alternativa sería anticipar crisis y usarlas a nuestro favor. Tal estrategia basada en las crisis buscaría primero proporcionar formas y caminos para la gente y las instituciones para adaptarse a los cambios venideros, en la dirección de crear más resiliencia en la comunidad y satisfacer las necesidades básicas humanas de forma más sostenible en el largo plazo. Esto implicaría casi con total certeza la implementación de deferentes tácticas adaptativas para las sociedades, variando los niveles de industrialización (o des-industrialización, como sería el caso). Una estrategia secundaria sería publicitar amplia y consistentemente una explicación ecológica para las inevitables crisis (superpoblación, agotamiento de recursos, polución) que pudiera al menos reducir parcialmente la tendencia social a buscar chivos expiatorios en situaciones de empeoramiento económico. Esto podría evitar de forma significativa una parte significativa de los conflictos.

La crisis puede ser un profesor. Todas las sociedades humanas indígenas han aprendido eventualmente a auto-contenerse, si permanecían en un lugar durante un tiempo suficientemente largo. Descubrieron mediante prueba y error que exceder la capacidad de carga de su territorio conducía a consecuencias fatales. Por ello estas gentes nos parecen a los “modernos” como ecologistas intuitivos: tras haber sido golpeado de forma repetitiva por el agotamiento de recursos, la destrucción del hábitat, la sobrepoblación y las resultantes hambrunas, llegaron a la conclusión de que la única forma de ser golpeados de nuevo era respetar los límites del medio natural, conteniendo la reproducción y protegiendo al resto de formas de vida. Nosotros hemos olvidado esa lección, por que nuestra civilización fue construida por gente que conquistó exitosamente, colonizó, y tras ello se mudó a otro sitio para llevar a cabo los mismos patrones de nuevo-y por que nosotros estamos disfrutando un regalo único en forma de energía fósil que nos capacita en nuestra propia omnipotencia, excepcionalismo e invencibilidad. Pero ahora se nos han acabado los sitios que conquistar, los mejores combustibles fósiles se han usado, y las consecuencias ambientales de quemarlos están empezando a alcanzarnos. Podemos aprender de la crisis; la antropología cultural nos lo muestra. Pero, en este caso, necesitamos aprender rápido, y tal vez un poco de esfuerzo organizado para ayudar a ese proceso estaría bien empleado. El discurso de los límites planetarios podría ayudarnos a explicar a las masas asustadas por que el mundo parece estar desmoronándose ante ellos, mientras que la construcción de resiliencia comunitaria podría ayudarnos en la adaptación a las condiciones cambiantes.

Por el momento, la mayoría de activistas ambientales continuarán (y probablemente deban) publicando nuevos informes diciendo, “Si no cambiamos las políticas, cosas terribles sucederán”, y, “si cambiamos las políticas todo el mundo podrá vivir en paz y prosperidad”. Simplemente estoy sugiriendo que algunos de nosotros deberíamos pensar estratégicamente sobre que hacer si los líderes mundiales no toman medidas para reducir drásticamente las emisiones de carbono y redistribuir la riqueza. Las crisis seguidas por resiliencia comunitaria parece ser el plan de repliegue lógico.